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El mejor juicio para tus muelas

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Uno de los mayores temores de los pacientes que van al dentista es la hipotética extracción de las muelas del juicio. De hecho, todavía hay muchas dudas sobre su existencia. ¿Cuándo salen? ¿Les aparecen a todas las personas por igual? ¿Cuándo es necesario sacarlos? ¿Hace mucho daño? Algunas de estas preguntas no tienen una única respuesta.

Las muelas del juicio son los terceros molares. Son cuatro piezas –una por cada cuadrante bucal– que se encuentran en el fondo de la boca. Reciben el nombre de mulas del juicio porque suelen erupcionar alrededor de los 20 años, cuando la persona ya se presupone que tiene un juicio más desarrollado. Pero también es posible que aparezcan antes o que, en algunas ocasiones, no lleguen a salir nunca. A veces, incluso, sólo salen una o dos. Y sin necesidad de que sea a la vez. Al erupcionar más tarde que los otros dientes, es habitual que los afecten, moviéndolas o torciéndolas.

Cuando las muelas del juicio no han erupcionado de forma correcta, suelen dar problemas. Al encontrarse al fondo de la boca, es un espacio complicado de limpiar, lo que puede favorecer la aparición y proliferación de bacterias e infecciones y, debido a esto, la inflamación del tejido y la aparición de caries y de dolor. En caso de que aparezca una infección debido a la erupción de la muela del juicio, hay que extraer la pieza.

Lo mismo ocurre cuando condiciona la posición de los otros dientes ya que, muchas veces, estas nacen torcidas. Además de modificar la posición de los otros dientes, una muela del juicio mal posicionada puede llegar a causar caries y necrosis de la pulpa en las piezas más cercanas. Por ello, en la mayoría de casos, es mejor extraerlo y evitar que no esté perjudicando.

La intervención la lleva a cabo un cirujano con anestesia local. Una parte importante de la preparación de la operación es el control de la ansiedad del paciente. A veces se puede utilizar sedación para adormecer la persona, dependiendo de la situación de la pieza que hay que sacar y del historial del paciente en cuestión.

Cuando la anestesia ha hecho efecto, el cirujano procedo a ampliar el alvéolo (el área donde se encuentra la muela) utilizando un instrumento llamado elevador o botador. Después de esto, se procede a mover la muela de lado a lado hasta que esté los suficientemente flojo como para ser extraído por completo gracias a un fórceps específico.

Si la muela es difícil de extraer, puede ser necesario realizar una incisión en la encía, partiéndola en varios pedazos e, incluso, retirando un poco el hueso maxilar para llegar a la pieza. Después de esto, se realiza una sutura que puede realizarse con puntos reabsorbibles que son muy cómodas para el paciente porque caen solos y no hay que volver a la consulta para sacarlos.

Es posible que, después de la intervención, los pacientes sufran algunas complicaciones, aunque todas ellas suelen ser leves. Debido a la anestesia, por ejemplo, puede haber náuseas, vómitos o entumecimiento pasajero de la boca. Bastante más habitual, aunque sin consecuencias, es la aparición de un hematoma en la mejilla, en la misma zona donde se ha intervenido. En estos casos, como siempre, la mejor opción es consultar con un odontólogo de confianza.

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